#Random Notes. Caquistocracia
El afamado periodista Paul Krugman publicó su última columna en el New York Times en diciembre del año pasado (acá). Termina su colaboración con el diario con una nota un poco melancólica, donde habla de la pérdida de confianza del público en sus líderes, del resentimiento y la ira que han reemplazado al optimismo del año 2000.
¿Qué les pasó? Pues que el público se hartó. Krugman habla de la crisis del 2008, pero podría haber agregado el manejo de la pandemia de Covid-19. En cualquier caso, la gente se desenganchó del tren de la representación, y un poco con razón.
Lo más cercano en la memoria es la pandemia. Todos pudimos ver, en vivo y en directo a través de las redes, las ideas y vueltas de las instituciones internacionales, la venalidad de los gobiernos, la flagrante división entre los ganadores de la globalización que podían trabajar por Zoom y los perdedores, que tenían que quedarse en sus casas (forzados) o bien salir a trabajar en el precarizado sector de servicios, porque el delivery tenía que seguir llegando.
El punto es que, cuando tocó votar, la gente le dio la oportunidad a los outsiders, y mientras más estrafalarios y border, mejor. La política se volvió más espectacular de lo que nunca fue, la lógica del reality reemplazó a las reuniones aburridas a puertas cerradas con ceniceros repletos y corbatas aflojadas. Pero las cámaras y las redes no son buenas para seleccionar personal. Lo que salió del colapso de las elites no fueron líderes virtuosos ni restauradores de las instituciones. De un sistema constipado de endogamia y contubernio salió...bueno.
--
El 9 de agosto de 1664, plena Guerra Civil inglesa, en St. Maries, Oxford, el religioso Pablo Gosnold decía esto:
Por lo tanto, no debemos tener ningún escrúpulo en orar contra tales: contra aquellos devotos incendiarios, que han buscado fuego en el cielo para incendiar su país, fingiendo ser religiosos para levantar y mantener la rebelión más perversa; contra esos de Nerón, que desgarraron el útero de la madre que los parió e hirieron los pechos que los amamantó; contra aquellos caníbales que se alimentaron de la carne y se emborracharon con la sangre de sus propios hermanos; contra aquellos de Catilina que buscan sus fines privados en el disturbio público y prendieron fuego al Reino para asar sus propios huevos; contra esas tempestades del Estado, esos espíritus inquietos quienes no pueden vivir más, además de ser pegajosos y entrometidos, quienes son picados con un afán perpetuo de cambiar e innovar, transformando nuestra antigua Jerarquía en un nuevo Presbiterio, y éste nuevamente en una renovada Independencia; y nuestra bien templada Monarquía en una loca especie de caquistocracia. ¡Buen señor! ¿Qué rumbos salvajes e irregulares han corrido estos hombres, desde que las riendas se han desatado sobre ellos?[5](https://es.wikipedia.org/wiki/Caquistocracia#cite_note-5)
La expresión kakistocracia (o caquistocracia, que se lleva mejor con el castellano) nos llega desde este fresco de época. Surge de dos términos griegos, "kakistos" (peor) y "kratos" (mandato). Dice Francisco Ríos en una nota de opinión (acá) que fue usado sólo ocasionalmente durante el siglo XIX y rescatado para referirse a Ronald Reagan, el presidente cowboy, en 1981. Lo terminó de viralizar John O Brennan, ex director de la CIA, cuando en abril de 2018 le dijo a Trump, via el entonces Twitter, "su kakistocracia está colapsando"
Las cosas de la vida, ahora sabemos que la caquistocracia de Trump no colapsó, sino que se tomó un período sabático. Y me parece que, a la distancia, podemos observar claramente que lo de Trump no era una anomalía, algo que el sistema norteamericano, con su tradición de guardarrailes fuertes y controles constitucionales, podía superar. Dicho de otro modo, fue porque la democracia norteamericana había cambiado de manera fundamental que Trump ganó aquella vez. No fue un bug, fue un rasgo del nuevo modelo.
--
Hablando de cambios, hoy salió una entrevista a Martín Gurri. La entrevista es buena porque el entrevistado es interesante pero también porque la hace Luciana Vazquez, a quien le pongo una ficha para la mejor periodista argentina (sin distinción de sexos, ojo). Gurri es un ex analista de medios de la CIA que en 2018 publicó La Revuelta del Público, un libro donde justamente anticipa que la tecnología (sobre todo las redes sociales) estaban cambiando radicalmente la fisionomía de la política a escala global.
En la entrevista (acá) Gurri resume un poco lo que viene diciendo desde hace varios años. Que el "tsunami digital" cambió la estructura de la sociedad, la relación entre el público y las instituciones y las instituciones que sostienen el mundo moderno. Fue un tremendo rechazo a las élites, a la "casta" y las instituciones que gobiernan y habitan. Dice también que la revuelta fue una revuelta sin causa. No se hizo por motivos ideológicos concretos. No eran marxistas buscando subvertir las estructuras del capitalismo, tampoco eran fascistas. Era puro rechazo. O solo para ver el mundo arder, supongo.
"Estamos en un momento de cambio radical en el modo en que se comunican las ideas, la gente", dice, “la tecnología de masa, que es la del siglo XX, ha vivido como un zombi dentro del siglo XXI. Un periódico como La Nación, ¿cómo se hace? Un grupito de gente que tiene dinero y tiene una empresa selecciona aquello que cree que es lo más importante. Y lo pone en el periódico y tiene que gente que vende el periódico, y ganan dinero con eso. Eso no es particularmente democrático. Entonces, lo que está pasando ahora es el caos. No hay duda de eso: es el caos. El sistema antiguo de comunicación en masa ya está completamente muerto y no sabemos todavía qué lo va a reemplazar. El mundo que viene no tiene nombre todavía. La próxima época no tiene nombre. Estamos en ese momento: no estamos aquí, no estamos allá."
--
No tengo ningún interés en bajar línea ni en lamentar la defunción del sistema de comunicación de masas. Me animo a decir que ese sería el problema menor. El problema un poco más importantes es que hay buenas razones para pensar que ese modelo de comunicación también sostenía a la democracia, o al menos era una parte importante de lo que fuera que llamásemos democracia en el siglo XX. Entonces, y sin ganas de profundizar (hace mucho calor), yo diría que lo mejor que podemos hacer es aceptar que el modelo de democracia tal como la entendemos está muerto, que ahora las reglas son otras, que la política cambio (como cambió el fútbol, Presidente) y que esta fase caquistocrática momentánea del sistema político en la modernidad tardía no es ni una fase, ni es momentánea. Será una m****a, pero es nuestra m****a. Deal with it.